25.9.12

La pequeña lectora III

La pequeña lectora ya se encuentra a sí misma adentro de un libro, literalmente.



18.9.12

La lectora edita


La lectora tiene sus libros tan llenos de anotaciones en los márgenes, que al releerlos intercala los renglones del autor con sus propias anotaciones. A veces hay frases escritas en tinta azul, otras en verde, dependiendo de la birome que tuvo a mano en cada momento. También hay alguna que otra mancha de mate o café. Como una arqueóloga, lee todo junto: autor, ella un año atrás, ella varios años atrás. Y agrega anotaciones actuales. Subraya frases que en lecturas anteriores se ve que no le llamaron la atención. Tacha párrafos enteros que sobran. Si ella tuviera el teléfono del autor lo llamaría y le diría que para qué, que no sea tan explicativo y anule esas líneas, por favor. El libro queda, a través de los años, cada vez más subrayado, escrito y tachado. Si alguna vez vuelve a releer esa novela tendrá que ser en ese ejemplar. El que podría comprar en cualquier librería le sonaría, a ella, como un primer borrador desprolijo y sin editar.



11.9.12

La lectora Chiara y un poema de Catalinas Sur

La preciosa lectorcita Chiara encontró una buena forma de leer en el parque.


Y compartimos Migraciones, un poema de Catalinas Sur (Eloisa Cartonera, 2012) que apareció hace unas semanas en Efimerías, el blog de Vanessa Alanis.



4.9.12

La lectora y la vuelta a la manzana




Hay muchas formas de hacer que un bebé se duerma. Una es llevarlo a pasear en cochecito. Pero ciertos bebés, fascinados por el mundo, después de cinco vueltas a la manzana siguen tan despiertos como al inicio o más. Qué hacer entonces. En principio, no confiar en postergar todo para “cuando el bebé se duerma”: tal vez no lo haga. La lectora podría dar la vuelta a la manzana con los ojos cerrados, de tantas vueltas que ya dio. Abre el libro y se deja llevar por el ritmo del cochecito para andar por las calles y por las páginas.